Retrato: Clara de Múnich está aprendiendo portugués por amor

Novedades de nuestra serie de retratos de usuarios de Babbel, donde te presentamos extractos de la vida de nuestros usuarios y sus motivos para aprender un nuevo idioma. Si deseas compartir una historia con nosotros, simplemente déjanos un comentario abajo. En esta ocasión se trata de Clara, de 21 años y de Múnich, quien está […]
Retrato

Novedades de nuestra serie de retratos de usuarios de Babbel, donde te presentamos extractos de la vida de nuestros usuarios y sus motivos para aprender un nuevo idioma. Si deseas compartir una historia con nosotros, simplemente déjanos un comentario abajo. En esta ocasión se trata de Clara, de 21 años y de Múnich, quien está aprendiendo portugués quizás por el más bello de los motivos: por amor a su esposo brasileño, Gabriel.

«En el verano de 2013 comencé a trabajar como tutora voluntaria del Summer-School-Programm de nuestra universidad. Así conocí a muchas personas interesantes de diferentes países, y con algunas de ellas seguí en contacto después, tal como sucedió con un participante de Chicago que en su programa de máster volvió a Alemania a finales de noviembre. Me invitó a tomar un café con él y algunos de sus amigos, y nunca habría pensado que esa cita iba a cambiar mi vida por completo, ya que uno de esos amigos era precisamente Gabriel. De repente estaba de pie frente a mí, y desde el primer instante quedé fascinada con él. Comenzamos a conversar (en esa época hablábamos en inglés) y me dijo que era de Brasil, que estaba haciendo un semestre de intercambio en Alemania y que le gustaría mejorar su nivel de alemán. Le ofrecí encontrarnos para hablar en alemán, ya que así podría practicar el idioma. Entonces intercambiamos nuestros números de teléfono.

Ese mismo día comenzamos a escribirnos –en una mezcla caótica de alemán e inglés– y de una vez acordamos encontrarnos al día siguiente. En esa primera «clase», Gabriel habló como mínimo cuatro horas de todo lo habido y por haber y, como su alemán no era muy bueno, apenas entendí la mitad. Pero me daba lo mismo, porque en realidad no estaba concentrada en nuestro diálogo; tan solo no podía quitarle los ojos de encima. Desde entonces somos inseparables.

Luego todo se desarrolló muy rápidamente: en nuestro primer aniversario, estando en Ámsterdam, ¡me propuso matrimonio! El 20 de febrero nos casamos por lo civil, ¡la mejor decisión de mi vida!

Nuestra boda fue maravillosa. Lamentablemente, su familia no pudo acompañarnos porque todo fue muy rápido. Sin embargo, fue un día inolvidable. Para que hubiese un aire de Brasil bastó con la sola presencia de algunos de sus amigos brasileños que vivían en Múnich y que, como es natural, celebraron con nosotros. Mi hermano y yo habíamos pedido antes que nos enviaran fotos de Gabriel de bebé y de niño, y algunos familiares de él habían grabado también videos para saludarnos y felicitarnos con palabras cercanas y personales. Todo ello lo editamos para hacer un solo video, con el que sorprendimos a Gabriel. Y para su familia en Brasil filmamos toda la ceremonia; su mamá lloró de alegría. De comida ofrecimos una feijoada (un plato tradicional hecho con frijoles y carne de cerdo o de res, y con muchos otros ingredientes), preparada por Gabriel y sus amigos. Así que también a nivel culinario tuvimos algo de Brasil en nuestra boda.

Durante mucho tiempo habíamos hablado básicamente en inglés, ya que al principio nos era difícil sostener verdaderas conversaciones en alemán. También más adelante, aunque el nivel de alemán de Gabriel fuera cada vez mejor, seguimos hablando en inglés, simplemente porque ya estábamos acostumbrados a ello. Sin embargo, desde nuestro matrimonio es como si algo en nosotros hubiese hecho clic: hablamos casi exclusivamente en alemán. Es la mejor manera de practicar para Gabriel y yo me siento muy orgullosa de que consiga hacerlo tan bien.

En cuanto a mí, apenas estoy comenzando a aprender portugués y, si no fuera por Gabriel, nunca se me hubiese ocurrido hacerlo. Hasta ahora solo sabía hablar inglés; viví un año en los EE. UU. También me interesaría aprender francés y español, pero por ahora los he puesto en lista de espera porque el portugués se convirtió en mi prioridad absoluta.

Comencé hace más o menos cinco meses, de modo que todavía no soy capaz de sostener una verdadera conversación. Pero, como en julio de este año iremos por primera vez juntos a Río de Janeiro, me he propuesto firmemente contar hasta entonces con los elementos mínimos para poder sostener conversaciones básicas y poder hablar con la familia y los amigos de Gabriel. Por lo demás, su madre está tomando clases de inglés desde hace medio año para poder comunicarse mejor conmigo, ¡y está muy motivada! Sin embargo, por el momento nuestras conversaciones están hechas básicamente de emojis (emoticonos) y malas traducciones de Internet.

Hasta ahora solo he estudiado con Babbel. Pero en realidad tengo que estar completamente sumergida en el entorno de un idioma para sensibilizarme ante él. Con el inglés fue exactamente igual: solo durante mi estadía en los EE. UU. llegué a aprenderlo bien, aunque ya hubiese recibido clases durante siete años en el colegio. Por esta razón me llena de optimismo nuestra estadía de dos meses en Río de Janeiro este verano. Uno aprende de un modo mucho más fácil y rápido si está en un país donde se habla el idioma.

Como Gabriel no puede hablar conmigo en su lengua materna, no faltan los pequeños malentendidos. Pero cuando uno es consciente de ello, casi siempre pueden evitarse con éxito las discusiones. Y a Gabriel le encanta cuando digo algo en portugués. Claro que también se ríe si suena muy cómico. Pero se siente orgulloso de mí cuando lo sorprendo con un «obrigada», en vez de decirle «danke».

Nunca sentí que él me obligara a aprender portugués, sino que fue mi propia iniciativa. Para mí simplemente es importante poder hablar con él y con su familia en su lengua materna. Además, nos hemos propuesto criar a nuestros hijos de manera bilingüe y creo que sería algo difícil si en ese momento yo no supiese portugués, pues finalmente también quiero saber de qué están hablando entre ellos o por qué se ríen.»

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Sandra Halter

Sandra creció en una pequeña ciudad alemana llamada Heidenheim an der Brenz y se mudó a Berlín en 2002. Después de estudiar Ciencias Políticas y Sociales en Berlín y en París y de hacer algunas paradas en varios lugares más, empezó a escribir para Babbel. Y está encantada de hacerlo, aunque su verdadero sueño sería cubrir la ceremonia de los Oscar o la próxima boda real.

Sandra creció en una pequeña ciudad alemana llamada Heidenheim an der Brenz y se mudó a Berlín en 2002. Después de estudiar Ciencias Políticas y Sociales en Berlín y en París y de hacer algunas paradas en varios lugares más, empezó a escribir para Babbel. Y está encantada de hacerlo, aunque su verdadero sueño sería cubrir la ceremonia de los Oscar o la próxima boda real.