Retrato: Hans Semmelmeyer 67 años

Novedades de nuestra serie de retratos de usuarios de Babbel: te presentamos extractos de la vida de nuestros usuarios y sus experiencias al aprender un nuevo idioma. Si deseas compartir tu historia con nosotros, simplemente déjanos un comentario abajo. «Así es, mi esposa falleció en el 2009, después de 35 años de matrimonio. Hablaba francés […]
Hans

Novedades de nuestra serie de retratos de usuarios de Babbel: te presentamos extractos de la vida de nuestros usuarios y sus experiencias al aprender un nuevo idioma. Si deseas compartir tu historia con nosotros, simplemente déjanos un comentario abajo.

«Así es, mi esposa falleció en el 2009, después de 35 años de matrimonio. Hablaba francés e italiano con fluidez y, mientras hablaba y conversaba, yo me quedaba mudo a su lado, en una posición un tanto incómoda. En mis numerosos viajes al extranjero, siempre pude comunicarme muy bien en inglés. Consideré que la mejor manera de hacerle frente a mi tristeza, y a ese sentimiento de orgullo herido por no haber conseguido aprender otros idiomas en todo el tiempo que compartí con mi esposa, era comenzar a estudiar intensamente francés e italiano con Babbel. Quizás un poco tarde, a mis 67 años, pero el dicho de que ‘loro viejo no aprende a hablar’ demostró ser falso».

El austríaco Hans Semmelmeyer sacó algo positivo de la tristeza por la pérdida de su mujer: por fin logró algo que llevaba aplazando muchos años. Todos conocemos esa situación: queremos ensayar ciertas cosas, nos hemos propuesto metas específicas, pero con frecuencia hay algo que nos impide hacerlo y terminamos buscando disculpas o intentando explicar las circunstancias por las cuales no lo hemos hecho. ¿El viaje al Amazonas? No hay tiempo… ¿Aventurarse al bungee jumping? Miedo de saltar al vacío… ¿Aprender a bailar? Qué vergüenza ante el grupo, con esta falta de ritmo… ¿Aprender un nuevo idioma? No, tampoco es fácil… ¡Es una lástima! ¿Por qué no intentar hacerlo todo paso a paso?

Nunca es tarde para comenzar

Todos aplazamos algún proyecto por las razones que sea. En el caso de Hans Semmelmeyer se trató del plan de aprender idiomas. Si bien llegó a estar unas 70 u 80 veces en París por motivos laborales, nunca creyó tener tiempo para aprender francés ni se sintió presionado a hacerlo. Después de la muerte de su mujer, que dominaba a la perfección el francés y el italiano, Hans por fin sintió un gran deseo de aprender estos idiomas y se puso manos a la obra. Comenzó con un curso presencial de francés en la escuela pública de formación para adultos. Su impresión: «No me pareció lo suficientemente sistemático y rápido, era como cuando las señoras se reúnen a tomar el café». Por ello empezó a buscar en Internet una oferta que le permitiera aprender ambos idiomas según sus necesidades particulares. Fue así como se topó con Babbel.

Desde entonces creó su propio ritual de aprendizaje: «Por las mañanas, temprano, lo primero que hago es leer las noticias y mirar el pronóstico del tiempo antes de estudiar con Babbel alguno de los dos idiomas durante unos 15 o 20 minutos». Hans dice que al principio, cuando menos las primeras veces, le resultó un poco difícil habituarse a este ritual de aprendizaje matutino, pero que ahora algo le hace falta si no estudia a esa hora: «Aprender idiomas no me cuesta un gran esfuerzo, sino que me hace falta cuando no lo hago».

Una luz en el horizonte

Cuando Hans Semmelmeyer por fin se atrevió a dedicarse intensamente a estudiar francés e italiano, esta decisión le significó muchos más beneficios de los que había pensado inicialmente. Antes de realizar su primer viaje a Francia se tomó tres meses para aprender francés. Los idiomas le abrieron la puerta a otros mundos. Con Babbel logró sumergirse completamente en las dos lenguas y comenzó a utilizarlas casi de inmediato.

Después de dedicarse a estudiar los idiomas que le interesaban, Hans experimentó su primer logro en Francia. Estaba caminando por las montañas cuando se encontró con un grupo de damas que venían en dirección contraria: «Fue muy satisfactorio poder comunicarme con ellas en su idioma, hablar con ellas en francés como si nada». Su palabra favorita del francés es chef-d’œuvre (obra maestra), y del italiano, ventiquattrore (maletín), que significa literalmente «24 horas».

De momento, Hans está aprendiendo francés todos los días para refrescar sus conocimientos antes de su próximo viaje a Francia, y el año que viene retomará el italiano, ya que tiene programado un viaje a Roma. Para él es esencial aprender vocabulario nuevo.

«Ahora, a mis 73 años, me gusta ir a Francia y a Italia, y lo hago con frecuencia. Disfruto estar allí y poder conversar en el idioma del país. Y, lo confieso, ¡me siento muy orgulloso de ello! Cuando uno se alegra, desea compartir su felicidad; cuando uno se siente triste, prefiere arreglárselas solo con este sentimiento», concluye Hans Semmelmeyer.

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Alina Wagner

Alina es gerente de Relaciones Públicas de Babbel. Estudió Ciencias Políticas y Comunicación en Berlín, Buenos Aires y São Paulo y se especializó en política de desarrollo en América Latina. Habla con fluidez español, inglés, alemán y portugués. Además de su pasión por los idiomas, le encanta viajar a nuevos países y conocer personas y sus historias. También le interesan la igualdad, la filosofía, la danza y el canto. Alina vive en Berlín.

Alina es gerente de Relaciones Públicas de Babbel. Estudió Ciencias Políticas y Comunicación en Berlín, Buenos Aires y São Paulo y se especializó en política de desarrollo en América Latina. Habla con fluidez español, inglés, alemán y portugués. Además de su pasión por los idiomas, le encanta viajar a nuevos países y conocer personas y sus historias. También le interesan la igualdad, la filosofía, la danza y el canto. Alina vive en Berlín.